miércoles, 31 de agosto de 2011

LA BÚSQUEDA

La cosa comenzó como empieza a surgir una burbuja, soplas, crece, soplas, crece, pero si sigues soplando, explota.

Y allí estaba yo, quieta y contemplando aquella escena con los brazos en la cintura. Y ellos, tumbados al sol, con los hombros desnudos y dejando que sus ombligos asomasen entre los pliegues de sus abultados abdómenes.

Decidí caminar y mis pechos danzaron en el aire, quise desnudar mis hombros pero mi ombligo ya no existía. Cansada, me tumbé en el asfalto caliente y el sol empezó a hurgarme, buscando siempre mi perdido ombligo.

La luna que no acababa de salir, tampoco tenía ombligo, ni desnudaba sus hombros, pero tumbada como yo, alumbraba millones de estrellas.

Pero no era ni cielo, ni noche, era una espalda ardiente al contacto del insufrible suelo.

De pronto no hubo escena que mirar, ahora era yo la protagonista, y brotaban bambalinas descarnadas a mi alrededor.

Mi búsqueda acabó por parecerme ridícula, nadie busca un ombligo, y yo volví a amordazar mis hombros.

Mis pechos, ya quietos, siguieron apuntando al cielo con los ojos muy abiertos.

Dejé de desear encontrar aquéllo que no sabía si alguna vez tuve.

Y acabé, con los hombros mudos, mis pechos tristes, y un pequeño ombligo que pugnaba por salir de mi sombra y alcanzarme

No hay comentarios:

Publicar un comentario