miércoles, 31 de agosto de 2011



No me preguntes dónde siento la angustia,
nunca voy a saber qué contestarte,
pregúntame qué es la angustia.

La angustia son las alas de una mariposa que se ahoga intentando volar en un mar de formol.

La angustia es un animalito pequeño y peludo agonizando,
la angustia es esa patada que lo esconde tras las cortinas.

La angustia en el pico clavado en la sien,
es la certeza de ser la causante de esa muerte.

La angustia casi siempre es amarilla,
suave,
ocre,
orín.

LÁZARO



Como uno de tantos Lázaros ciegos,
arañando sin uñas,
con la boca llena de barro,
incapaz de despertarme de nuevo,
incapaz de volver a caminar sobre los muñones.

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Camíname...





LASCIVIA



Abrirte en canal,
donar las vísceras un rato,
exhibir impúdicamente la laringe,
hacer bailar un tango a las cuerdas vocales,
conseguir ángulos imposibles,
dolerse,
rezar por perder la voz,
un dolor de cabeza punzante,
una imposibilidad de seguir,
suciedad,
lágrimas,
ojos tapados,
ausencia de luz,
posturas explícitas,
morirse un ratito.

Porque sí,
porque quiero,
porque me da la gana.

Y cuando se estanca el aire
eso es el sexo.


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Me enamoré de quien no debía,
sueño con quien no debería,
recuerdo cosas que deberían estar muertas...










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Sonrisa amarilla,
erecta,
muda.




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Lascivia...
Despacio,
silabeando,
vuelves a leer
lascivia
hasta que pierde el sentido.

Perviertes el signficado
las...
civia

Despacio,
muy despacio.

No,
l
s
c
v

Realmente no sé de qué coño estoy hablando.




 

MUÑECAS



La habitación estaba llena de muñecas,
cementerio de muñecas,
muñecas en sus ataúdes de cartón,
muñecas nunca utilizadas,
muñecas sin niña,
muñecas huérfanas,
muñecas sucias,

muñecas tristes,
muñecas muertas.

Y el diablo paseándose entre ellas,
sonriente,
babeando,
balbuceante
y pastoso.






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Una cremallera en la boca,
en el alma,
en el sexo,
en los ojos,
en la noche,
en los recuerdos.









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Sin cabeza,
sin mi cabeza,
sin tu cabeza.

Había quizá sólo piernas
sin cabeza.

Se perdieron
las perdí
porque nunca quise encontrarlas
porque no quiero buscarlas.

De plástico,
no había carne.

De plástico
y en orificios imposibles
prohibidos
perdidos.

Muñecas,
piernas,
muñón,
plástico,
carne,
siempre carne.

Y más piernas,
hoy son piernas,
esta noche acaba en piernas,
en más muñones.




















HASTA 12

1.




Uno,
dos,
tres,
cuatro.

Explícitos
inimaginados
dolorosos.

Uno,
dos,
tres,
cuatro.

Multiplicados por diez,
divididos entre seis.

Uno,
dos,
tres,
cuatro.

Simultaneándose,
a caballo,
animales.

Uno,
dos,
tres,
cuatro.

Ojos tristes,
grises,
reflejados en la mesa,
en el cristal,
en la eternidad.

Uno,
dos,
tres,
cuatro.

Uniforme,
manos,
silencio,
pesadillas,
luna.

Uno,
dos,
tres,
cuatro.

Casi cuatro mil.

Y uno,
y dos,
y tres
y cuatro.

Y nadie me mecía
y nadie me abrazaba.

Llegó un momento en que seguí contando,
pero lo olvidé.












2.




Vuelve a no haber nadie,
vuelvo a tener dificultad para vomitar,
vuelve a dolerme el cuerpo.

De nuevo enloquece la báscula
quizá sólo para hacerme compañía.

No quiero tu complacencia,
ni sus tijeretazos.

Quiero que me metas los dedos en la boca,
que llegues hasta el fondo de mi estómago
y me arranques el alma.

Sí,
yo la tengo ahí,
me la dejaron ahí,
me la coloqué ahí.




3.

Las vísceras,
el corazón,
el alma,
la tierra,
otra vez el alma.

Y tus nichos,
esos que cada noche cambian de sitio,
de rumbo,
de aroma.



4.





Elipsis,
suspensión,
síntesis,
sinonimia,
paráfrasis,
conversión,
complexión,
paradiástole,
silepsis,
símil,
concesión,
prosopopeya,
sentencia,
sinestesia,



tú...




5.

Encogida,
con la frente arrugada,
el corazón duro,
las manos tensas,
los dedos artríticos.

Inmóvil,
la mandíbula apretada,
muy apretada...

Respiro despacito,
tengo frío,
no quiero mover las piernas,
apenas ladeo la cabeza,
sólo muevo los ojos.

La angustia instalada en la base del estómago,
y en el pecho,
haciendo fuerza,
haciendo daño.

Le pido que salga,
busco las maneras,
me quedo sola,
miento,
me siento culpable,
tan culpable hoy...








6.

Caminando
despacio,
a oscuras,
en línea recta,
la cabeza gacha.

Su peso oprimiéndome,
Su olor tatuado.

Sigo caminando,
caminando,
y me persigue la culpa
de mis manos quietas,
caídas,
paradas.

La soledad
y la pérdida.

Y en el camino apareció el otro,
el ogro,
la bestia,
el lobo feroz.

Me asusto,
aúllo,
grito dolor.

Arriba,
se cimbrea,
me hace daño,
huele mal,
el pelo
huele mal.

La ducha es mala,
el coche es malo,
la vida es mala,
los hombres son malos...




7.




Arriba,
a oscuras,
cerrando los ojos,
esperando a oscuras,
escribiendo a oscuras,
llorando a oscuras,
pariéndote a oscuras.

Así estoy,
resucitándome a capítulos,
por entregas.




8.

A esperar la normalidad,
a cercenar los delirios,
a amputar los deseos,
a quemar imágenes,
a estrangular la imaginación.

A volver a respirar despacito,
a poquitos,
con pausa.

No va a haber aire,
no hay aire,
no existe el aire,
se acabó el aire.

 



9.




Voy a llorar arena,
también es salada
y tarda más en escurrírseme entre los dedos
.






10.

Sucede que a veces buscas los reflejos de los otros para colocártelos en tu espejo,
y te miras,
incluso te reconoces.

Y es más fácil verse así,
sin fisuras propias,
redonda,
con tus miserias pulidas en ojos ajenos,
que por mucho que te empeñes no son los tuyos.

Y ahí deviene la vergüenza,
el reconocerte en la inutilidad cósmica,
puta globalización...




11.

El secreto,
la mentira,
la boca,
los muslos,
el pelo,
el olvido,
el no saber,
el hacer,
y el no hacer.




12.

Volando,
andando,

subiendo,
bajando.

Todo perfecto,
inmaculado.

Que nadie te diga,
que nadie te mire.

No demuestres...


LA BÚSQUEDA

La cosa comenzó como empieza a surgir una burbuja, soplas, crece, soplas, crece, pero si sigues soplando, explota.

Y allí estaba yo, quieta y contemplando aquella escena con los brazos en la cintura. Y ellos, tumbados al sol, con los hombros desnudos y dejando que sus ombligos asomasen entre los pliegues de sus abultados abdómenes.

Decidí caminar y mis pechos danzaron en el aire, quise desnudar mis hombros pero mi ombligo ya no existía. Cansada, me tumbé en el asfalto caliente y el sol empezó a hurgarme, buscando siempre mi perdido ombligo.

La luna que no acababa de salir, tampoco tenía ombligo, ni desnudaba sus hombros, pero tumbada como yo, alumbraba millones de estrellas.

Pero no era ni cielo, ni noche, era una espalda ardiente al contacto del insufrible suelo.

De pronto no hubo escena que mirar, ahora era yo la protagonista, y brotaban bambalinas descarnadas a mi alrededor.

Mi búsqueda acabó por parecerme ridícula, nadie busca un ombligo, y yo volví a amordazar mis hombros.

Mis pechos, ya quietos, siguieron apuntando al cielo con los ojos muy abiertos.

Dejé de desear encontrar aquéllo que no sabía si alguna vez tuve.

Y acabé, con los hombros mudos, mis pechos tristes, y un pequeño ombligo que pugnaba por salir de mi sombra y alcanzarme

CARNE DE ESPERANZA

Y encendimos los ojos,

y las lámparas,

y las botellas azules,

y hasta el calor de tus ojos.

Y recorrimos valles profundos,

y mares.

Y ya no había tierra,

ni ojos,

ni labios,

ni carne.

Y me arañé la cara

y no encontré ningún tesoro.

Y me rompí las rodillas

y no se obró ningún milagro.

Y entonces te llamé

y viniste.






martes, 30 de agosto de 2011

CARNE

BAZOFIA I






Monstruos evangelizados,
párrocos infalibles.
Un incendio que no cesa
y amapolas perdidas.

Miradas invadidas,
horror inminente.

Morbo,
alma susceptible,

Inquietud mortificada,
dientes blancos.

Paz hipócrita,
epítetos insultantes.

Me duermo,
no sueño
y un universo oxidado me mece.


BAZOFIA II


Horas más turbias,
noche de tiempos más largos.

Vómitos de arena,
sueños pardos.

Días de fantasmas muertos,
noches de sombras blancas.

Niños flacos,
perros muertos.

Más rodillas hinchadas,
menos espaldas rectas.

Más lágrimas
llorando torturas.

Mastico menos suerte.

Oigo más dolor,
cada noche más lamentos.

Suspiros de los muertos
y un no reír de los vivos.

Hundida y clamando,
un arma sucia ofendiendo.

Vierto más angustia,
siento menos viento.

Huelo más a malvas,
toco menos cuerpos.


BAZOFIA III


El esqueleto de mi cama no vibra solo,
o vacío,
sino desorbitado.

Las margaritas se deshojan en las esquinas
y una lluvia ácida me destroza los muslos.

Grito a las nubes
y ellas, sorprendidas estornudan hollín.

Miro,
arriba.
Una urraca sobrevuela mi morada amarilla y miles de zoológicos rozan mi entrepierna.

Abro mucho los ojos y pienso que sonrío escuchando el laúd que suena en el tejado.

¿Qué es esto?

¿Qué más da?

No importa.

No me acuerdo.

Mastico,
me atraganto.

Y sigo sin acordarme,
y sigo tragando.

El pico del tucán me invita a pasar la noche,
pero lo siento, la mañana se ha quedado fría.


BAZOFIA IV


El crepúsculo se adentra en mis oídos y tu luz triangular me embriaga por completo.

No íbamos recorriendo montañas, sino valles profundos,
y recogiendo rosas,
y criando malvas.

Tendimos a secar mi alma mojada por tu sudor, pero sólo pude recoger un ligero aroma.

Ya no quedan labios,
ni muslos,
ni carne,
sólo quedan uñas y dientes,
huesos rotos por una furiosa carga de vibraciones.

Y los sentidos confluyen en un único punto,
no se contraían los músculos por la rabia.

El arco del triunfo ya no está inerte,
pero se cimbrea con tristeza.

Los lagrimales húmedos,
la superficie seca,
los cuerpos jadeantes,
y mi aliento no encuentra una postura cómoda.







BAZOFIA V


Las persianas se bajaron lentamente y tu boca pétrea decidió mirarme sin tregua.

Alcancé a ver tus manos en mi cuerpo,
ennegrecidas.
Y la aguja de tu alma empezó a arañarme los oídos.

Las pisadas acabaron siendo ecos que se alejan,
me atruenan,
despacio,
brutalmente.

Mi miedo,
mientras me posees,
no ha hecho que sientas mi seno de diferente forma.

Tendida en el lecho, la calma me hace daño,
lo siento,
no sé fingir una sensación extraña.

Yo vuelo por un cielo sin forma,
mi arcoiris se quedó ciego.


BAZOFIA VI


Elucubraciones de una mente enferma.
Sondeos psicológicos al borde de una nada infranqueable.

Pensamientos retorcidos que devanean en mi cabeza.
Soledades corruptas,
sufridos silencios acompasados.

Y me abrasan mis necedades,
esas que pasan de la intuición a descubrirse en un eterno comienzo que siempre vuelve a lo mismo.

Un cuerpo deforme para un sentimiento uniformado.
Ardiente incertidumbre.

Posesión semental,
incansable.

Y mientras, los actos puros se pasean avergonzados por unos cada vez más fríos senderos.

La normalidad pretende invadirme mientras mi cuerpo se debate en una sacudida de párpados temblorosos.

Todo acaba marchito al son de un agobiante trompeteo.


BAZOFIA VII


Me bulle en la cabeza,
en las sienes,
a veces me baja hasta las caderas.

Me oprime el pecho
y me ahoga los ojos.

Arrastra los talones
por el infierno,
y calienta mi espalda.

Y espero pacientemente en este mi mundo sin sombras
a que se aneguen de cieno mis labios.

Me amarillea,
me recorre gritándome el cuerpo.

Sigo haciendo el amor con un fantasma
que me aureola de espinas
y gime dentro de mí
hasta partirme el alma.


BAZOFIA VIII


La Virgen María yace inerte sobre un muro muerto,
y un pájaro la contempla,
la mira provocando su eterna risa.

La luz anaranjada rebosa la imagen,
y el sonido de una mariposa blanca me ensordece.

Me acostumbro a reconocerme a la luz de una única vela
e intento reflejarme en el espejo.

La oscuridad al fondo,
quizá hasta estrellas,
y sobre todo grillos,
y mosquitos.

Mientras,
siento que el gran hipopótamo baila sobre mi hinchado vientre.


BAZOFIA IX

Y me miran, como un montón de perros alelados con su cara llena de nada.

Me convierto en un yunque.

Ahora son las margaritas orondas las que revolotean por mis sienes.

Podredumbre,
néctar corrompido.

La mandíbula crispada,
las manos empobrecidas
y un humo intenso que enturbia la estancia.

Instantes que no cesan,
horrores que no se acaban.

Al final cincelo en el vómito,
un ojo que no se despierta.


BAZOFIA X

Me desnuqué mirándote,
imaginándote.

Te me morías pegado a mi bazo,
incólume.

Y arrancamos
juntos
sin mirarnos apenas.

Sin sabernos,
sin suerte.

Te me escurres
te me vas,
gracias a Dios desapareces.


BAZOFIA XI

En aquellos momentos abría la boca sin saber muy bien la razón,
y daba vueltas imaginarias mientras soñaba tocar el piano,
¿por qué?,
las piedras eran demasiado grandes
y los muros demasiado altos.
Mis ojos llegaron a no escupir otra cosa que no fuera el orín de aquellos mudos pintados...

Y sigo trazando bosquejos ridículos a propósito de no qué realidad,
porque todo se tergiversa y se pierde en un humeante vaivén de encajes muy rojos.
Hoy acabo fijando la vista en un punto que se cimbrea al son de algo que no consigo oír...
El piano ya no suena por mucho que me exprima el pecho, y es que el fango sigue cegándome los ojos,
ésos que se mueren por parpadear.


BAZOFIA XII

Me bulle en la cabeza,
en las sienes,
a veces me baja hasta las caderas.

Me oprime el pecho
y me ahoga los ojos.


Arrastra los talones
por el infierno,
y calienta mi espalda.

Y espero pacientemente en este mi mundo sin sombras
a que se aneguen de cieno mis labios.

Me amarillea,
me recorre gritándome el cuerpo.

Sigo haciendo el amor con un fantasma
que me aureola de espinas
y gime dentro de mí
hasta partirme el alma.
 


BAZOFIA XIII


El estómago tiembla
y la mandíbula se me endurece,
mi frente se arruga.

Me duele
Me duele
Me duele.

Lo hice mal,
lo sigo haciendo mal.

No hay nadie.












BAZOFIA XIV

Y no había una vez,
siempre fue mentira,
para engañar a las niñas,
para tranquilizar a sus padres,
para acallar conciencias,
para restituir el equilibrio,
para morirse a poquitos,
para limpiar lágrimas manchadas,
para poder levantar las cabezas,
para encorajinar la testuz un momento,
para hacer momentos,
para finalizar las escaleras,
y los tejados,
y las chimeneas,
y devolverle su cara a la luna,
y buscar ombligos,
y restaurar pliegues,
y hacer columpios,
y mares.





BAZOFIA XV

Hijos de puta con puntos suspensivos,
hijos de puta escondidos,
hijos de puta camuflados.

Incluso hay hijos de puta que se disfrazan de camaleones.





BAZOFIA XVI

Y mis manos no estaban muertas,
no lo estaban.

Ni siquiera para ti,
pero no fuiste capaz de soñarlas.





BAZOFIA XVII

Y a empujones
parí un poema.

Un poema sucio,
arrugado.

Un poema
mi poema
tu poema.

Parí un poema
que tejía vidas
y no-muertes
y no-sonrisas.

Y de pronto
me di cuenta
de que se movía.






BAZOFIA XVIII


Y las escaleras dejaron de moverse al son de mi cintura,
y a las sonajas se les cayeron los cascabeles.
Y a mi sonrisa tu carmin.

Mi boca perdió tus dientes
y entonces,
me sentí aliviada.

Y al caminar
sonaban mis tobillos,
de nuevo,
orgullosos.